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By:
  • Dyann Roman

“Sabor Catracho 504” es un restaurante de comida típica hondureña famoso por sus baleadas y otros platos tradicionales que se ubica en Tapachula, México. Las paredes están decoradas con elementos típicos de la cultura que harán a quien lo visite sentirse cerca de Honduras. Detrás de este negocio está doña Yadira, una mujer migrante cuya resiliencia y deseos de emprender le permitieron no solo autoemplease, sino generar un espacio de encuentro para la diáspora hondureña en México o para toda aquella persona que desee probar su gastronomía.  

El caso de doña Yadira sobresale entre la realidad que viven muchas mujeres migrantes en nuestra región. Aquí las oportunidades para integrarse a las comunidades que migraron suelen ser limitadas, y en muchas ocasiones, el acceso a ellas depende de un componente fundamental: la regularización migratoria.  Tener el estatus regular permite a las personas acceder a servicios de salud, educación y empleo formal y, con ello, ser parte activa de la comunidad a la que migraron. Sin embargo, según diversos estudios de la OIM, las mujeres tienen menos acceso a la regularización y por ende a una integración efectiva.  

La regularización e integración de las mujeres migrantes en la región se ve obstaculizada por una diversidad de factores entre los cuales destacan: aspectos administrativos como limitaciones de ciertas categorías de regularización, la división sexual del trabajo que sigue delimitando (en mayor o menor medida) las oportunidades y sectores de empleo formal al que pueden acceder, los roles y estereotipos de género que permean sus oportunidades de socialización e inclusión, y las brechas sociales, económicas y estructurales que limitan su participación fuera del hogar en un país extranjero.  

Según el estudio “La integración de las personas migrantes: experiencias, buenas prácticas y desafíos” del total de personas migrantes trabajan en la informalidad, la mayoría (un 60%) corresponde a mujeres. En ese sentido, muchas mujeres en nuestra región atraviesan su experiencia migratoria desde un lugar invisible para las cifras oficiales: una condición irregular, el empleo informal, o ambas.  

Un elemento clave para abordar esta problemática es que muchas mujeres migran en calidad de dependientes por un vínculo de matrimonio, esta es una condición migratoria que, en la mayoría de los países, no incluye un permiso de trabajo. Esto genera no solo dependencia económica, sino que en muchas ocasiones ellas tengan que mantener ese vínculo, aunque así no lo deseen, por miedo a perder su estatus migratorio, lo cual las coloca en una posición de mayor vulnerabilidad.   

Por otra parte, el estudio recalca que la falta de acceso a un empleo incide en que haya mucho menos participación cívica y ciudadana por parte de estas mujeres, pues la frecuencia e interacción de espacios entre las personas migrantes y las nacionales de un país, suelen ocurrir en el trabajo donde es más común aprender el lenguaje coloquial y las costumbres.   

Finalmente, elementos estructurales como los estereotipos de género también inciden en la integración laboral de las mujeres migrantes en los países de acogida, las cuales suelen dedicarse a labores domésticas y de cuido (muchas veces no remuneradas) y algunos sectores de esta población en la región pueden emplearse en el trabajo sexual, lo cual hace que sufran mayor discriminación. 

Entonces, ¿qué podemos hacer para lograr una mayor integración de las mujeres migrantes? 

Si bien es un tema complejo, existen acciones que se pueden implementar como la creación de políticas públicas con enfoque de género en los países de tránsito y destino, el cual constituye un primer paso fundamental. Estas políticas podrían facilitar el acceso de las mujeres migrantes a su regularización de manera independiente y a empleos formales en diversos sectores de la economía (que no deben ser solamente aquellos tradicionalmente ocupados por mujeres) y a servicios esenciales como salud y educación. 

La creación de políticas más inclusivas debe ir acompañada de programas y actividades que fomenten la integración involucrando a las comunidades de acogida para lograr una mayor efectividad. Algunas actividades que actividades que permiten la cohesión entre personas migrantes y nacionales son los mercados y ferias pues facilitan no solo la generación de ingresos, sino el intercambio entre ambas culturas. Todo tipo de actividades sociales y comunitarias de esta índole deberían también contemplar las dinámicas de género existentes de manera que sean accesibles para las mujeres. 

La OIM tiene el compromiso de apoyar los Estados en estos procesos, así como en generar evidencia que ayude a fundamentar las acciones que contribuyan no solo a una migración ordenada y segura, sino a que las personas puedan integrarse a sus países de destino, así como lo hizo doña Yadira. En ese sentido, próximamente la OIM lanzará el estudio “La integración de las personas migrantes: experiencias, buenas prácticas y desafíos” realizado en Belice, Costa Rica, México, Panamá y República Dominicana el cual sirvió como base para esta publicación. 

SDG 5 - IGUALDAD DE GÉNERO