Trinidad y Tobago – Las familias esperan exhaustas las distribuciones que tanto necesitan, en medio del sofocante calor de la extremidad suroriental de Trinidad y Tobago. María*, madre de 31 años, se sienta tranquilamente con sus cuatro hijos. Habiendo llegado a la isla con poco más que sueños de un futuro mejor, está decidida a forjar una nueva vida para su familia.

En 2019, María y su esposo tomaron la difícil decisión de abandonar su pequeña comunidad indígena Warao en Tucupita, ubicada en el Delta del Orinoco, en el este de Venezuela, donde los alimentos y las medicinas escaseaban cada vez más. Ella recuerda vívidamente el angustioso viaje a bordo de una embarcación abarrotada, guiada por traficantes a través de las peligrosas aguas del Caribe, hasta llegar finalmente a Icacos, una diminuta comunidad de Trinidad a solo siete millas de su tierra natal. "Lo hicimos por ellos, para que puedan tener una vida mejor", dice ella, acunando con suavidad en sus brazos a su hija de un año.

Anteriormente María trabajaba como asistente administrativa y ahora espera poder desempeñarse como empleada doméstica, imaginándose un salario diario que exceda lo que ella podría llegar a ganar en una semana en su lugar de origen. Habiendo dejado a su madre atrás, prometió enviarle apoyo financiero. Sin embargo, había quedado más que claro que la vida en Trinidad era todo un desafío. Dos nuevos hijos en la familia, barreras lingüísticas y discriminación de las personas indígenas habían agravado las batallas que debían librar a diario. Su marido trabaja esporádicamente como pescador y apenas si ganaba como para llevar algo de comida a la mesa.

En la primera imagen Maria, con sus cuatro hijos dentro del refugio temporal. En la segunda imagen el personal de la OIM interactuando con una familia Warao de Venezuela en Icacos. OIM/Gema Cortes.
En la primera imagen, un menor indígena Warao se relaja en una hamaca dentro de un asentamiento temporal. En la segunda imagen, familias Warao ingresan a la Iglesia local para participar de la distribución de efectivo. OIM/ Gema Cortes

Ahora, viviendo en un refugio temporal junto a otras siete familias venezolanas, construida con madera reciclada, restos de metal y lodo, María siente el peso de las circunstancias. “Al menos un día de trabajo nos permite comer e incluso enviar dinero a nuestro hogar”, explica, con la voz surcada por un dejo de tristeza mientras reflexiona acerca de las necesidades educativas no satisfechas de sus hijos,

Una cuerda salvavidas a la estabilidad

En años recientes más de 36.000 venezolanos han migrado hacia la República de Trinidad y Tobago, compuesta por dos islas, Esa cantidad incluye a muchas familias indígenas vulnerables de la etnia Warao como la de María. Muchas viajan por mar usando rutas irregulares, a la búsqueda de mejores oportunidades. Llegan con necesidades acuciantes de acceder a alimentos, albergues, y cuidados de la salud y a menudo corren el riesgo de ser explotadas, o abusadas, o de padecer violencia y discriminación.  

En la primera imagen, una mujer indígena Warao de Venezuela recibe un voucher para efectivo de parte del personal de la OIM. Vista general de la distribución de asistencia en efectivo en una iglesia local en Icacos. OIM/Gema Cortes
En la primera imagen, Pedro* firma la lista de distribución de la asistencia en efectivo. En la segunda imagen, una madre venezolana sostiene a su bebé durante la distribución de asistencia en efectivo. OIM/Gema Corte

Para el abordaje de estos desafíos la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) se encuentra en la primera línea, brindando apoyo indispensable a las personas migrantes vulnerables y a las comunidades que las acogen, para poder comprar insumos de proveedores seleccionados. “La asistencia en efectivo de propósitos múltiples permite que los migrantes y miembros de la comunidad que reúnen los requisitos puedan cubrir sus necesidades básicas como alimentos, higiene o ítems personales. El propósito es restaurar la autonomía y la dignidad, y asimismo apoyar a los mercados locales”, dijo Tinestia Haynes, Coordinadora de Casos de la OIM en Trinidad y Tobago.

El acceso a esta asistencia crucial ha servido para aliviar las cargas que pesan sobre María en estos tiempos tan difíciles. “Ayuda a cubrir nuestras necesidades básicas”, dice ella con lágrimas en los ojos mientras sus hijos juegan cerca. La OIM ha ayudado a cerca de 2.000 venezolanos y miembros de la comunidad de acogida en 2024. La OIM también brinda cursos para desarrollar capacidades, apoyo de salud mental e información vital para el acceso a procesos de documentación y regularización, que son recursos esenciales para muchos migrantes que buscan estabilidad.

Mapa de las rutas del Mar Caribe. Este mapa presenta un resumen de las rutas migratorias usadas en el Caribe y se presenta con fines ilustrativos exclusivamente. Los límites y nombres que se muestran y las designaciones usadas en este mapa no implican una

Viajes peligrosos

El Proyecto Migrantes Desaparecidos (MMP) de la OIM documentó un saldo contundente: al menos 341 migrantes perdieron la vida o desaparecieron en el Caribe en 2024, siendo la cifra más elevada desde que el proyecto comenzó en 2014.

Aproximadamente 36.000 venezolanos residen actualmente en Trinidad y Tobago. Forman parte de los  7,9 millones que han tenido que irse de su país de origen. La pequeña nación insular tiene uno de los porcentajes más elevados de venezolanos desplazados, que representan un 10% de la población local, en comparación con un 7% en Colombia y un 5% en Perú. Muchos se arriesgan en peligrosos cruces marítimos para poder llegar hasta la costa.

La vida de los migrantes venezolanos en Trinidad y Tobago está llena de desafíos. Las barreras culturales y lingüísticas, junto a la falta de una vía formal para asegurarse un puesto de trabajo y los permisos de residencia, dejan a muchos con el permanente temor a ser deportados. 

En la primera imagen, vista aérea de Icacos, ubicada en la extremidad suroriental de Trinidad y Tobago al lado del Mar Caribe. En la segunda, Pedro contempla el Mar Caribe desde la Playa de Icacos OIM / Gema Cortes
En la primer imagen, botes pesqueros tradicionales caribeños usados para el transporte de migrantes. En la segunda imagen, familias indígenas Warao recorren las calles de Icacos. OIM/Gema Cortes

Pedro*, un ex chofer de 49 años simboliza esta lucha. Se fue de Venezuela en 2020 con tan solo un poco de esperanza, llegando en bote a Icacos junto a su esposa y a su hijo. A pesar de sus aspiraciones de tener una vida mejor, ahora trabaja esporádicamente en pesca y construcción, obteniendo un magro salario de 10 dólares EE.UU. cuando logra conseguir trabajo. “¿Cuál era mi mayor sueño?”, dice. “Ver a mi hijo forjarse un futuro brillante”.

La tragedia apareció en sus vidas cuando la esposa de Pedro falleció en Icacos. A pesar de este golpe él siguió firme en su determinación de lograr una vida mejor para su familia. “Vinimos buscando oportunidades, listos para contribuir con nuestro trabajo y convertirnos en miembros integrales de esta sociedad”.

Al igual que María* y Pedro*, los venezolanos que están viviendo en el exterior tienen un vínculo indestructible con su tierra natal. Siguen conectados con los seres queridos que han dejado atrás, monitoreando muy de cerca las noticias que llegan desde Venezuela. Su mayor esperanza es regresar algún día y reunirse con la familia. “Yo sueño con volver a nuestro país ancestral”, dice Pedro contemplando con esperanza las distantes playas de su país de origen desde la Playa de Icacos. “A pesar de que nuestras vidas son mejores en este lugar, nuestros corazones siempre regresan a Venezuela”.

En la primer imagen, un menor Warao y su madre participan de la distribución de asistencia. En la segunda imagen, Un menor Warao y su madre comparten un momento lleno de esperanza por un futuro más venturoso. OIM/Gema Cortes
En la primera imagen, vista aérea de los botes de la Playa de Icacos. En la segunda, Un miembro del personal de la OIM y un migrante Warao contemplan el horizonte. OIM/Gema Cortes

*Los nombres han sido cambiados por motivos de protección.

Esta historia fue escrita por Gema Cortes, Unidas de Prensa de la OIM, Oficina del Enviado Especial para la Respuesta Regional a la Situación en Venezuela.  

SDG 1 - FIN DE LA POBREZA
SDG 3 - SALUD Y BIENESTAR
SDG 10 - REDUCCIÓN DE LAS DESIGUALDADES